1. Antecedentes históricos: Vegetación y formación del suelo
Desde los primeros estudios de Vasili Dokuchaev, fundador de la edafología, se reconoció que la vegetación es un factor clave en la formación de suelos, al igual que el clima, la roca madre y la topografía. En este marco, durante el siglo XX se fue consolidando una clasificación de especies vegetales en «mejorantes» y «degradantes», con estudios como los de J.D. Ovington (1953-1954), que afirmaban que ciertas especies favorecían la fertilidad del suelo, mientras que otras contribuían a su deterioro. Esta clasificación influyó fuertemente en el ámbito forestal y en las prácticas de uso del suelo, particularmente en Europa, donde ciertos tipos de coníferas fueron consideradas degradantes en comparación con especies de hoja ancha.
A partir de la década de 1970, se realizaron estudios que comenzaron a cuestionar esta visión. Investigadores como E. Stone (1975), C.P. Van Coor (1985) y D. Binkley (1997) pusieron en duda la fiabilidad de las técnicas y datos utilizados en estudios anteriores, concluyendo que los efectos de la vegetación sobre el suelo eran lentos y moderados, y que muchos de los supuestos efectos negativos en realidad estaban relacionados con el manejo del suelo (como quemas o aterrazamientos) más que con la especie en sí. Estos estudios argumentaron que la clasificación de «mejorantes» y «degradantes» era insuficiente y que hacía falta un enfoque más matizado para entender las relaciones entre vegetación y suelo.
2. Eucalipto y suelo: Crítica de los conceptos tradicionales
Históricamente, el eucalipto ha sido percibido como una especie que degrada el suelo, siendo asociado a procesos como la acidificación, agotamiento de nutrientes, reducción de la materia orgánica y erosión. Sin embargo, investigaciones llevadas a cabo en España desde la década de 1960 han arrojado resultados que cuestionan esta visión, demostrando que estos efectos dependen más de las condiciones específicas de manejo y del contexto edáfico que de la especie en sí.
Uno de los primeros estudios exhaustivos sobre la influencia del eucalipto en el suelo fue realizado por F. Guitián en 1963, quien comparó su poder de lixiviación de nutrientes con el del roble, concluyendo que el eucalipto podría tener un efecto más fuerte en el lavado de nutrientes. No obstante, estudios posteriores, como los del Departamento Forestal de Zonas Húmedas de Lourizán en Galicia (1982), compararon los efectos de Eucalyptus globulus, Pinus pinaster y Quercus robur en ocho ubicaciones distintas y concluyeron que las diferencias en la composición química del suelo entre estas especies eran mínimas. Además, estos estudios mostraron que la calidad del humus en suelos de eucaliptales era ligeramente superior a la de otras especies, aunque su relación C/N (carbono/nitrógeno) fuera menor, lo cual no afectaba significativamente a la biodiversidad del suelo.
3. Acidificación y amortiguación del pH en suelos con eucalipto
La percepción de que el eucalipto acidifica el suelo ha sido ampliamente debatida. Según estudios realizados en suelos españoles, el eucalipto no provoca acidificación significativa en suelos de pH inferior a 5.5, que es un rango común en el norte de España donde esta especie se planta con frecuencia. En estos suelos, la capacidad de amortiguación es considerablemente mayor, de modo que el cambio de pH es mínimo y controlable. Los estudios también indican que la acidificación observada en otros lugares, con valores de pH superiores a 5.5, podría deberse a condiciones climáticas y edáficas particulares más que a una característica intrínseca del eucalipto.
4. Prácticas de manejo sostenible en cultivos de eucalipto
Uno de los aspectos que sí ha sido identificado como un riesgo en plantaciones de eucalipto intensivas es el consumo de nutrientes en ciclos de corta inferiores a 20 años, lo que puede reducir la fertilidad a mediano plazo si no se implementan medidas de compensación. Existen prácticas efectivas para mitigar estos efectos. Entre ellas:
- Fertilización mineral: Realizar aplicaciones de fertilizantes minerales una o dos veces durante el ciclo de producción permite compensar el consumo de nutrientes. Esto es especialmente relevante en suelos de baja fertilidad donde el eucalipto es explotado intensivamente.
- Alargamiento del ciclo de corta: Aumentar el tiempo entre cada tala reduce la frecuencia de consumo de nutrientes, favoreciendo su acumulación y mejorando el balance nutricional.
- Integración con leguminosas: Estudios en el norte de España han demostrado que la combinación de eucaliptales con especies de matorral leguminoso, como el Ulex, gallego Toxo , es beneficiosa para el balance de nitrógeno en el suelo. Las leguminosas tienen la capacidad de fijar nitrógeno atmosférico, un elemento esencial para el crecimiento vegetal, y su integración con el eucalipto mejora la calidad del suelo sin comprometer la productividad.
- Retención de residuos de corta: Dejar los restos de poda en el suelo, incluyendo ramas, hojas e incluso corteza, ayuda a conservar la materia orgánica y reducir la pérdida de nutrientes. Esta práctica, ya utilizada en algunas zonas, es una medida rentable y sostenible que permite mejorar el balance de nutrientes en el suelo de forma efectiva.
5. Conclusiones: Un enfoque equilibrado para el manejo del eucalipto en suelos españoles
En resumen, la evidencia actual indica que el eucalipto no produce un efecto negativo irreversible en el suelo y que su impacto depende principalmente de las prácticas de manejo y las características específicas del suelo. En suelos bien gestionados y con técnicas de conservación adecuadas, como la fertilización periódica, la integración con leguminosas y el alargamiento de los ciclos de corta, el cultivo de eucalipto puede ser sostenible y compatible con la salud del suelo.
Estos estudios desafían la visión tradicional de que el eucalipto es «desertizante» o «esquilmador» del suelo, argumentando que su cultivo responsable es viable en el contexto español. Este enfoque matizado permite considerar al eucalipto no sólo como una especie compatible con la sostenibilidad del suelo, sino también como una opción viable en la gestión forestal cuando se aplican medidas de manejo efectivas y adaptadas a las características edáficas locales.